
El éxito reciente de la Inteligencia Artificial (IA) en aplicaciones tales como pronósticos financieros, recomendación de productos en compras en línea, reconocimiento de imagen y voz, generación de lenguaje, etc. ha llevado a una mayor adopción de la IA en muchos escenarios, y, en consecuencia, a que sea cada vez más ubicua.
Por un lado, las soluciones impulsadas por IA se utilizan cada vez más en la toma de decisiones críticas, por ejemplo, en la gestión de centrales eléctricas o en el diagnóstico médico. Por otro lado, la IA se integra como un componente en sistemas más grandes que se vuelven dependientes de las decisiones de sus algoritmos. Estos nuevos desarrollos requieren de manera urgente que las soluciones de IA sean seguras y sus decisiones fiables.